Se acerca uno de los días más esperados y temidos del año: ¡ya casi es mi cumpleaños!
Y siempre me entra la cuestión reflexiva de que he hecho o dejado de hacer. Por eso esta entrada es para mi, es mi regalo de cumpleaños.
Un tiempo me dio por esforzarme en alcanzar la tan anhelada madurez que yo veía de pequeña en la gente grande. Cabe aclarar que este mentada madurez nunca llegó. Al menos desde la forma en la que yo la veo: llegar a mi edad siendo una ñora respetable y un poco aburrida jeje.
La verdad es que sigo haciendo muchas tarugadas. Hago dramas y berrinches como de chavilla de secundaria. Mis finanzas no son precisamente las más sanas. A pesar de ser más o menos "independiente", a veces tengo ganas de que me cuiden y se preocupen por mi. Mi calzado favorito siguen siendo los tenis. Tengo más de 30, y uso braquets. Me gustan los besos intensos sin testigos. Lloro cuando veo películas casi de cualquier género (pequeño problema si se va al cine ). Sigo volteando a ver la luna cada que puedo, y me emociono cuando la observo redonda y brillante. Algunas veces lloro, nada más por llorar.
Al susto más bonito de mi vida le puse Ximena. Las chamoyadas son la neta del planeta. Cambio de temas sin querer queriendo. Frecuentemente sueño despierta y creo que esa es una de las causas de mi insomnio. Duermo con un oso de peluche y aún recuerdo que mi papá me dijo que iba a tener 15 años e iba a seguir con el oso (superé la expectativa). Mis pijamas favoritas son de Kitty. Tuerzo la boca cuando algo me disgusta (mi mamá dice que un día se me va a quedar así). Quesque parezco ñoña pero en el fondo soy bien ñera. Me entra la loquera y soy odiosa. Quiero con el corazón.
Por eso ya no quiero que llegue la famosa señora madurez. Porque mis cosas favoritas no tienen nada que ver con su llegada. Y no es que reniegue de mi edad. También tiene sus ventajas. Unos tragos coqueros casuales con buena plática siempre rejuvenecen el alma.
Si hay algo que pido es que esto que es la vida siga llenándome. Hasta los dramas de secundaria tienen el encanto de hacer que mi corazón lata a un ritmo cadencioso y diferente.
PD: Señora Madura, siga esperando, a lo mejor un día de estos llego, pero siéntese, no se vaya a cansar porque no llevo prisa ¡ja!
viernes, 21 de junio de 2013
miércoles, 5 de junio de 2013
De lo que no hablo
Casi siempre hablamos de nuestra éxitos, pero ¿dónde dejamos al incondicional fracaso? De la derrota, de haber perdido, de reconocer que alguien más nos ganó. De eso nunca hablamos.
A veces pienso que es más valiente echarse para atrás o hacerse a un ladito que insistir en una campaña sin futuro. El problema es que nos cuesta tomar la decisión de abandonar el barco.
Es como echarse un clavado en mar abierto y no ver tierra. No sabemos que vamos a encontrar en el mejor de los casos, o si de plano vamos a tener que aguantar no encontrar nada.
Es como la sensación de derrota, esa que nos deja un hueco en la panza. Y es difícil reconocer que no hemos ganado o que en realidad estamos perdiendo algo que nunca tuvimos.
A mi a veces me dan ganas de tomar mis tenis más cascareados, esos tenis desgastados pero lo bastante cómodos para aguantar la caminata, y hacerme a un ladito.
Aunque con el paso del tiempo creo que hasta eso lo disfruto. El sentimiento de tristeza y añoranza tienen la gracia de hacer que me sienta viva.
Cada lágrima, cada rotura de corazón, no son más que llamadas a la razón de que hay tripa con sentimiento.
Por eso hasta eso hay que disfrutar en esta vida ¡carajo!
Si no doliera el corazón, ¿cómo estaríamos seguros de que late?
A veces pienso que es más valiente echarse para atrás o hacerse a un ladito que insistir en una campaña sin futuro. El problema es que nos cuesta tomar la decisión de abandonar el barco.
Es como echarse un clavado en mar abierto y no ver tierra. No sabemos que vamos a encontrar en el mejor de los casos, o si de plano vamos a tener que aguantar no encontrar nada.
Es como la sensación de derrota, esa que nos deja un hueco en la panza. Y es difícil reconocer que no hemos ganado o que en realidad estamos perdiendo algo que nunca tuvimos.
A mi a veces me dan ganas de tomar mis tenis más cascareados, esos tenis desgastados pero lo bastante cómodos para aguantar la caminata, y hacerme a un ladito.
Aunque con el paso del tiempo creo que hasta eso lo disfruto. El sentimiento de tristeza y añoranza tienen la gracia de hacer que me sienta viva.
Cada lágrima, cada rotura de corazón, no son más que llamadas a la razón de que hay tripa con sentimiento.
Por eso hasta eso hay que disfrutar en esta vida ¡carajo!
Si no doliera el corazón, ¿cómo estaríamos seguros de que late?
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