Powered By Blogger

martes, 9 de julio de 2019

30, coqueta y próspera

Ya casi cumplo 39 años. Cuando se acercaba mi cumpleaños número 30 sentía que se me había terminado la juventud. 

Lamentablemente la pila no se me acabó, los 30’tas han sido la etapa que más he disfrutado y gozado en la vida. En muchos aspectos.

Me encanta mi familia, o sea, mi hija y mis gatos. Es la familia que yo formé. Ximena es la persona que mejor me conoce en esta tierra, más allá de mis papás, de mis mejores amigos, es Ximena quien sabe perfectamente que estoy pensando, cuando la estoy regando y lo que me hace feliz. Tengo una hija maravillosa como persona, que muchas veces creo que no merezco, porque yo de hija no fui tan genial con mis papás. Somos el equipo ganador y musical.

Mi papá es más que increíble. Mi madre tuvo la suficiente inteligencia y habilidad, para encontrar al hombre Perfecto. No solo me encontró al papá más divertido y necio del universo. Venía incluido con papás, hermanos y sobrinos, que se convirtieron en mis abuelos, los tíos más amorosos, y los primos más fiesteros y apapachadores que pude haber encontrado. Y todavía se dieron el lujo de traer al mundo a mi carnal. Un hermano bien chingón. 

He encontrado amigos increíbles, personas con las que he crecido, reído, llorado, cantado, bailado... que me han demostrado su cariño y lealtad en los mejores y peores momentos. Mujeres y hombres chingones. 

También ha sido la década en la que más la he regado, cagado, equivocado bien cabrón, o como le quieren llamar, y (creo) he podido reconstruir el camino. Siento firmemente, que de esas equivocaciones he aprendido y que de eso se trata la vida. Lo más difícil ha sido perdonarme. Y por increíble que parezca, lo más placentero ha sido aceptarme y disfrutarme. 

Físicamente, tengo más condición física que a los 20. Me veo y me gusto. Estoy bien pinche guapa y sabrosa, y mejor que hace 20 años. Y lo más chingón es que me caigo a toda madre. 

En 10 años he hecho más con mi vida, de lo que imaginaba cuando tenía 20 años. Crucé el Atlántico y sobreviví. Tuve la suficiente capacidad y determinación para seguir estudiando. Sigo conservando a mi lado a personas que han sido importantes desde mi infancia y juventud, y he conocido y agregado a mi lista de gente importante, a otras tantas que han hecho de este viaje algo padrísimo.  Compré una casa que me fascina y me hace muy feliz llegar a ella todos los días. Tengo el trabajo, que en realidad no es trabajo, que siempre soñé. 

Mi mayor temor es que descubran que soy un invento. Y aunque a veces me quejo por lo que quisiera tener, tengo mucho, y más, de lo que alguna vez imaginé tener en un solo momento en mi vida.

Le agradezco mucho a la vida lo que me ha dado en este preciso instante. Y aunque GNP ya nos robó la frase: vivir es increíble.  

lunes, 1 de julio de 2019

Valió la pena

Maratón internacional Tangamanga 2019. Voy por 10 kilómetros. 

Salida: estoy muy emocionada, pero nerviosa, hace más de un año que corrí por última vez una de 10, y lo hice acompañada por mi Coach. Hay mucho tráfico, los corredores van enfilándose a la derecha o izquierda, porque en pocos metros se dividen los que van a 5 y 21, y los que vamos por 10 kilómetros.

Kilómetro 1: voy demasiado rápido, tenía pensado comenzar mucho más despacio. Empieza mi pesadilla, la subida de Chapultepec. Los chicos del equipo con el que corro ya se me perdieron.  Adelante va una chica con una playera rosa fosfo. Trato de concentrarme en el color, porque mis rodillas comienzan a decir "¿otra vez con tus mamadas de traernos en chinga?"

Kilómetro 2: sigue la subida pero ahora a un costado del periférico, algunos empiezan a caminar. A unos metros veo un baño, quiero parar. Tengo nauseas y quiero vomitar. ¿Qué chingados estoy haciendo aquí? Quiero hacer menos de una hora con quince minutos y parezco tortuga. ¿Qué necesidad tengo? 
Sigo viendo a los que se están deteniendo y mejor caminan. Y no me puedo sacar de la cabeza que yo debería hacer lo mismo. 

Kilómetro 3: veo la marca del kilometraje en el suelo. No me paré en el baño a vomitar, así que ya es un avance. Como a 20 metros veo (o medio veo, porque no llevo lentes para mi hipermetropía y astigmatismo), a una de las chicas de mi equipo caminando. Cuando la alcanzo, le toco el hombro y le digo "Vamos, dale". No sé en qué momento la pierdo, pero ya casi se termina la pesadilla de las subidas. Además, la idea de colgar otra medalla en mi sala no suena tan mal.

Kilómetro 4: ¡por fin! Acaban las subidas, no voy escuchando la aplicación que uso para medir mi tiempo, distancia y ritmo, así que no tengo ni puta idea de cómo voy. Ya ni siquiera soy una tortuga, ahora soy un caracol. Ya me vale madre el tiempo que voy a hacer, de todas formas soy bien lenteja. Voy a disfrutar la carrera, el parque, que hay mucha hidratación, que va más gente haciendo lo mismo que yo. No creo hacer menos de una hora quince, así que mejor disfruto del paisaje.

Kilómetro 5: esto es lo máximo, voy de bajadita, mis piernas van sueltas y lo agradecen, trato de dar zancadas más grandes. Voy recordando la voz de Richo que me decía, "aquí métele". De algo me deben servir este par de piernas largas que Dios me dio. Hay un puesto de hidratación con los bomberos y tienen un ambientazo, lo siento por el calorón que debe estar pasando el que está dentro de la botarga de perrito. Veo el tapete de marcaje a la mitad del recorrido. Me detengo un poquito para pisarlo. Ya es la mitad, ya no hay marcha atrás, aunque me quiera regresar. Unos niños tienen cartulinas que dicen "Toca aquí para más power". Obvio, las toco; es lo que más me hace falta. ¡Power! 

Kilómetro 6: estoy a punto de llegar a la avenida principal del parque. Eso quiere decir que pronto estaré en una de mis zonas favoritas: "La Oreja". A partir de aquí hay muchas personas esperando tomarle fotos a sus familiares o amigos. Yo vine sola. A mi nadie vino a tomarme fotos, ni a echarme porras, y mis compañeros también están corriendo. Así que no hay quien tome evidencia fotográfica de nuestro esfuerzo. 

Kilómetro 7: mi coach siempre me regaña por querer tomar fotos o grabar a media carrera. Ya me vale madre, de todas formas no creo hacer menos tiempo. Saco el celular y como puedo, grabo unos segundos de la carrera. Estoy en "La Oreja". Se ve tan bonito que aún somos un chingo de personas dándole lo mejor que podemos. Algunos ya caminan y otros le meten más para cerrar con todo. 

Kilómetro 8: unos metros delante mío va un hombre con una playera que dice "Zárate". Me pregunto si es Osvaldo. Se que también está corriendo pero no estoy segura si es medio, o los 42. Aquí fue donde ya no pude seguir hace 3 semanas que vine a hacer un reconocimiento de la ruta con mi Coach. Esta vez no me siento mal. Y si ya corrí 8, ¿que más da que corra otros 2?
Además este kilómetro va por un costado del lago. Se ve muy lindo. Eso si, voy tragando decenas de mosquitos. Me preocupo más por no ahogarme con los moscos que por la falta de aire.

Kilómetro 9: veo la marca del último kilómetro en el piso. Buena parte de este tramo tiene subidas, mi pesadilla. Los meniscos también lo sienten. Para salir del lago es una rampa muy empinada. A partir de ahí es subida, pero más leve. Doy vuelta a la avenida donde está la meta. Faltan como 300 metros, según yo. Cada vez hay más gente gritando y apoyando. Escucho que dicen "¡Ya llegaste, dale!", "¡Ya lo tienes!". Veo cartulinas con frases motivadoras, aunque algunas no las alcanzo a leer. Poco a poco, veo más cerca el letrero de META, aunque no alcanzo a ver el tiempo. En los audífonos empieza a sonar New Radicals: "One, two, one, two, three... Wake up kids, we’ve got the dreamers disease..."
Trato de correr de verdad, por lo menos para que en la foto que toman cuando cruzas la meta, parezca que no le hice al cuento. Veo el reloj: 1:12:21. ¡No mames! Es menos de la hora con catorce que yo tenía pensado hacer. ¡No mames, no mames, no mames! Cruzo la meta con la sonrisa más grande que pude haber tenido. 

Kilómetro 10: Saco el celular, detengo el conteo de la carrera y me sale una imagen que dice "Felicidades, estableciste un nuevo récord personal de 10K, 1:11:52". Voy caminando hacia donde te entregan la hidratación y el kit de recuperación. Captura de pantalla y se la mando a mi Coach; su respuesta es "¡no mames!, ¡que chingón!". Llego a la parte donde entregan las medallas. Hay varios chicos colocándolas. Yo me dirijo con una chica y me dice "Felicidades", y le respondo ¡Muchas gracias! Yo hasta la quería abrazar, pero toda sudada no iba a ser nada agradable. 

Veo a los chicos de mi equipo, se me acerca Lety, a quien conozco desde la secundaria y siempre ha sido una mujer muy deportista, y me pregunta "¿cómo te fue?"...  Yo venía por 1:14 y me llevo un 1:12, ¡estoy muy feliz! 

Me detengo unos segundos a ver la medalla, valió la pena. 

Y valió la pena para Osvaldo, que completó su maratón. Para Fede, que hizo su medio y llegó a la meta acompañado de su hija Mariana. Para Jeka, que corrió sus primeros 5K y quedó encantada con seguir corriendo. Para Victor, que con todo y su lesión acabó los 5 kilómetros. Para Carlos, a quien varias veces me encontré entrenando cuando yo iba de camino a recoger mi coche a la salida del trabajo. Para mis primos y mi sobrino, que siempre corren en familia. 

Para mi valió la pena ir en las noches a pelear mi caminadora favorita, aunque estuviera fastidiada y hubiera tenido un mal día. Valió la pena ir al parque que está por mi casa y solo mide 250 mts. a dar decenas de vueltas. Ir al Tangamanga temprano en mis días de descanso. Valió la pena todo el tiempo que le dediqué a aguantarme a mi misma... y aunque me caigo muy bien, a veces ni yo me tolero. Valió la pena aclarar la mente y ejercitar el cuerpo. 

Valió la pena :)

domingo, 15 de enero de 2017

Debut y despedida


Llegué a la edad en la que hasta mi hija me dice que cuándo pienso tener novio, o por lo menos un "free", algo ¿no?

Y la realidad es que cada vez está más lejano ese día. De verdad que he intentado. Y mi último intento resultó en un rotundo y monumental fracaso.

Hace unos días un ex me invitó al cine. Si les digo un ex, me refiero a un ex novio de la secundaria, o sea hace más de 20 años que "anduvimos", pero dije ¿por qué no? Total, es solo una ida al cine.

Ya tenía yo mis reservas porque la última vez que salí en una cita al cine, resultó en debut y despedida cuando el caballero en cuestión me pidió que le platicara de qué se trataba la peli justo cuando estaba iniciando la función. A ver, ¿para que estábamos ahí? Si no era para ver de qué se trataba la trama. En fin. La cita llegó puntual y ya estaba comprando los boletos para la función. Hicimos la parada obligada en dulcería para comprar un "Combo cuates" y hasta ahí la cosa iba de manera normal.

Llegamos a la sala antes de los cortos, así que íbamos a tener unos minutos de plática previa. Me pregunta que cuál es mi película favorita, o por lo menos alguna que no me aburra de ver, a lo que le respondo "Eterno resplandor", y me ve con cara de "what?". No tenía idea de qué era ni con qué se comía, incluso mencioné los nombres de los protagonistas, y algunos detalles. Ok. No la ha visto, cuando le pregunto qué cuál es su película favorita o la que no se cansa de ver me dice que una de Adam Sandler... sin comentarios.

No me sentía muy cómoda, pero de verdad estaba intentado que la cosa fluyera. Así que dije, "bueno Maricruz, relájate, ¿qué puede salir mal?". Gran, ¡grandísimo error! jajajaja.

No habían pasado ni 5 minutos de la película y me pregunta que si puedo comer palomitas con la mano izquierda (hubiera dicho que no), y toma mi mano derecha, añadiendo el comentario de "como cuando teníamos 13 años" ¡WTF!

Traté de ser tolerante y hasta ahí la cosa avanzaba. A los 10 minutos de la trama siento una mano intentando meter una palomita en MI boca... y ahí comenzó la película más larga en la historia de mi vida.

Tres. Tres veces intentó que me tragara las pinches palomas poniéndolas en mi boca... ¿ustedes creen que vi la película con muchas ganas? ¡Si las dos horas que duró estuve con el miedo de sentir otra paloma en mi boca!

Por fin (después de dos horas de angustia) comienzan los créditos finales y me pregunta que si algo me molestó, y obvio, le contestó que sí quiero comer palomitas yo misma puedo tomarlas y ponerlas en mi boca, muy amablemente me comenta que me acompaña a mi coche, claro que en ese punto yo no quería ni que me acompaña dos metros pero, tampoco iba a ser tan culera.

A modo de disculpa me dice que me relaje, que no es la chamba, que ahí no debo estar estresada... ¡o sea! Si yo me estreso en la chamba, es porque en la vida me estreso, además ya estaba EN-CA-BRO-NA-DA. Cualquier cosa que dijera o hiciera iba a ser usada en su contra. Supongo que no me va a invitar a hacer nada nunca más, eso espero. Y así como no le gustó que osara poner palomas en mi boca, y tampoco me gusta que hablen durante las películas, ni que se metan a mi oficina cuando estoy trabajando, hay muchas otras cosas que no me gustan. Y por eso es que no tengo novio, ni "free", ni "crush", ni nada de nada, por mamona. Y la verdad es que me vale. Jojojo.

Gracias a mi mejor amiga por hacerme entrar en razón y no culpar a las pobres palomitas, que ninguna culpa tienen.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Distinguido Enrique:

Distinguido C. Enrique Peña Nieto:

No me dirijo a su honorable persona como presidente, porque yo no voté por usted. Lamentablemente ese es el riesgo que se corre con la democracia, que cualquier imbécil sea electo en algún cargo público. No se sienta aludido, es una frase coloquial.  

Tampoco me dirijo a usted como licenciado, porque realmente no me consta que lo sea; es más, no sé si realmente cursó algún grado de estudios profesionales que lo acrediten como tal. Y no por el "escándalo" mediático de haber plagiado parte de la tesis con la que obtuvo el supuesto grado. En realidad tengo mis dudas de si realmente fue a la escuela por las decisiones que ha tomado al frente del país donde me tocó nacer.

No se sienta mal, la mayoría de los mexicanos que son privilegiados en cursar una carrera profesional tienen las mismas deficiencias académicas y profesionales que usted. Basta con ver el cuerpo de burócratas que dominan los puestos de cualquier instancia gubernamental.

En realidad estas líneas son para motivarlo. 

Los últimos días ha recibido una cantidad de insultos considerables por haber invitado a Don Donald a nuestro país, así que  ya ha de estar curtido contra las ofensas, y en todo caso esta carta no tiene ese fin. Es más, debería de sentirse agradecido de que la mayoría de sus detractores, que también ya son la mayoría de los ciudadanos que tienen acceso a alguna red social, no lo bajen de pendejo.

Si, agradézcales.

Porque de otra forma, si usted tomara las decisiones que ha tomado durante su mandato, así como las  acciones que ha llevado a cabo su equipo de trabajo, y toda la gestión que ha realizado desde el ejecutivo con un poquito de análisis, serían tomadas como las de un enemigo de la patria.  Los mexicanos ya estamos acostumbrados a que nuestros gobernantes nos roben, ese no es su mayor delito, ni pecado, porque no va a ser ni el primero ni el último. La estructura gubernamental y el aparato político están diseñados para eso. 

El problema es que nos exhibe ante todo el mundo. Usted, al ser el principal representante del pueblo mexicano, nos presenta como unos ignorantes, faltos de dignidad, agachones y corruptos.

Así que le quiero hacer una invitación. Y esa invitación no pretende incomodarlo, y mucho menos hacer que salga de su zona de confort. Lo invito a que los dos años que le quedan a su mandato, no haga nada. 

Si, así como lo lee. 

Créame que sí deja de tomar decisiones le garantizo que hasta su imagen va a mejorar y puede, que hasta su popularidad mejore. Vaya a los eventos, salude a los acarreados que llevan sus subordinados, sonría, y ya. No tome decisiones, y de ser posible, evite que su gabinete también lo haga.

Reciba un cordial saludo, y sobre todo, no eche en saco roto estos consejos. 

Afectuosamente: una mexicana.

martes, 4 de noviembre de 2014

Día favorito número 4,383

Hoy mi blog abandonado deja de estarlo por un acontecimiento especial. Hace doce años apareció en este planeta la mejor persona que conozco. Hace doce años adquirí un título que aun no logro entender muy bien. El título de mamá. Y así es como un 5 de noviembre, muy nublado por cierto, apareció esa cabeza calva con unos ojos muy abiertos y una garganta que gritaba  a todo pulmón.

Y esa bola regordeta es Ximena. No lloré cuando nació. Me asusté. Me dio un miedo impresionante no saber que hacer con un bebé y más me dio terror cuando la pusieron en mi pecho y así, sin más, dejó de llorar (por un momento pensé que había dejado de respirar jajaja). Pero si lloré la primera vez que soltó una carcajada. Cuando descubrí que no se reía por imitación y había una personita dentro de ese cuerpo redondo y calvo que podía decidir que cosas le causaban verdadera gracia.

En realidad no soy una buena madre. Me caen gordas las tareas, prefiero que cantemos por la vida con el estéreo del coche a todo volumen. A veces tengo que ponerme en mi papel de señora regañona por la ortografía, por la cama tendida, por el uniforme colgado, y tantas cosas que hacemos las mamás cuando nos ponemos en nuestro plan intransigente. ¡Ah! Y una vez me quede dormida para llevarla al cole.

Y aquí viene la parte cursi de este post. Ximena es la mejor compañera de vida que pude haber encontrado en el camino. Estos han sido los doce años más sorprendentes que me ha tocado vivir. Somos un buen equipo.

Y esto si va dirigido para esa monstrua de mi tamaño…

Ximena: Pido disculpas si en algún momento no he sido la mamá que esperabas, o que necesitabas. Gracias por tolerarme, y sobre todo, aceptarme.  Nadie en el mundo ha sido tan leal e incondicional conmigo, como tú lo eres. Agradezco cada “Te amo”, y también cada “Te odio” que me has dicho. No hay uno sin el otro. Me gusta tu adolescencia, que te reveles y cuestiones las cosas. Que me cuestiones a mi. Tal vez porque yo estoy en mi tercera o cuarta adolescencia me caes tan bien con tus ataques hormonales y tus cambios de humor inesperados. Así como tu, tengo miedos. Pero me los aguanto como las meras machas. Y créeme que he disfrutado más la vida cuando los hago a un ladito, de todas formas no pasa nada, siempre tenemos la oportunidad de empezar otra vez. Si en algún momento crees que no voy a aprobar alguna de tus decisiones, no te detengas por mi. Mi amor por ti seguirá siendo el mismo aunque no tengamos la misma opinión de las cosas. Enamórate, aunque te rompan el corazón. Si no, no vas a saber que es tener mariposas en la panza.

Retomando el tema original, yo no soy la mejor mamá, tampoco quiero serlo. Solo espero que mi hija sea feliz, que Ximena haga de su vida lo que le de su regalada gana, porque solo tiene una vida y a eso venimos a este mundo, a hacer de nuestra vida un papalote y a echarlo a volar.

Ximena, ¡feliz cumpleaños! Han sido los doce años más extraordinarios de mi vida. Te amo mucho.

P.D.: El post original ya lo viste =)


lunes, 28 de julio de 2014

Por eso...

Juanga no se equivocó al decir que la costumbre es más fuerte que el amor. Por eso no salimos de "la zona de confort". ¿Les ha pasado?
Y es que a veces llegamos a cierto punto en el que lo desconocido ya no es divertido. Es cansado tener que tejer una historia y un contexto nuevos. Nos gusta lo familiar, lo cotidiano.
No es lo mismo despertar en un lecho conocido, que en una cama extraña. Dormir a pierna suelta sin pensar, sin estar consientes del pudor, el maquillaje, los ronquidos, el roce casual.
Cuando existen antecedentes no es necesario dar explicaciones, y se construye la complicidad. Por eso no salimos de lo mismo.
Las conquista, el cortejo, pasan a ocupar el puesto de honor en el plano de la irrelevancia. Ahí no hay recuerdos. Y a final de cuentas estamos hechos de eso. De lo que fuimos y de lo que vivimos en el antes. Por eso nos atoramos.
Las relaciones, esa madeja de hilos revueltos se entrelazan de formas tan extrañas como el tejido de crochet de la abuela. Con su infinita cantidad de formas y colores.
Es más sencillo lidiar con el hilo conocido, ese que ya sabemos hasta donde se puede torcer sin romper, ese que ya sabemos de donde viene, con todo y sus nudos y  hasta dónde va a llevar. Por eso no nos dejamos.

jueves, 30 de enero de 2014

Cómo sobrevivir al primer beso, lecciones para principiantes

¿Se acuerdan de su primer beso?, ¿les gustó?, porque a mi no... Guácala. El primer beso está sobrevalorado, y no se si las películas de Disney algún día le hagan justicia a los primeros besos. Ximena me preguntó que si me había gustado, y lo único que pude recordar era exceso de saliva, sensación de gérmenes, y torpeza total.

Los primeros besos no son buenos, para que se tenga un buen beso debe haber práctica, pero práctica de campo. Los ensayos con el antebrazo no cuentan. Un beso no es un beso si no se lo das a otro(a) besuqueador(a) con labios, dientes y lengua. Tampoco cuentan los besos a los canes y felinos que tenemos por mascota. El besuqueo al que me refiero se da entre humanos.

A mi me gustan los besos, de eso no tengo duda. Pero el primero no. Que me perdone el involucrado pero no fue bonito, y mucho menos de esos que te hacen levantar los pies del piso.

Me gustan los besos apretados, mordelones, en lo oscurito. Esos que son tiernos y se van haciendo cachondones.

Algunas veces los primeros besos con alguien tampoco son buenos, y merecen una segunda oportunidad. Con el paso del tiempo se vuelven más sabrosos. Si de plano al quintó beso sigue siendo aguado, de esos que dan flojera, o no es el besuqueador indicado, o no nos gusta, o peor, no le gustamos.

Antes de haber besado a cualquier ser humano en la tierra, me aterraba pensar en como lo iba a hacer. ¿Sentada o de pie?, ¿con la boca abierta o cerrada?, ¿y si chocan nuestros dientes?, ¿qué tal si me gana la risa?, ¿con los ojos cerrados o abiertos? Y si los dejo abiertos, ¿haré bizcos?... ¡Susto!

Hasta que besas entiendes que un beso fluye... No hay manera de ensayarlo. Es como bailar, pero una canción desconocida, sin coreografía. Un buen beso se siente hasta en la panza. Con los buenos besos se pierde la noción del tiempo y del espacio. Así son los besos.